TRINIDAD (CUBA)
Topes de Collantes
Llegamos a la Hacienda de la Gallega donde nos dieron un ticket que nos costó 5 pesos por persona y nos indicaron el sendero a seguir para llegar a la cascada. En total eran 5 kms., 2,5 kms de ida y otro tanto de vuelta. Se tardaba aproximadamente unas 3 horas.
El camino de ida se me hizo bastante largo, debido a la cantidad de subidas y bajadas que tuvimos que recorrer, lo cual resultaba agotador. Pero el paisaje era sorprendente. El sendero transcurría a lo largo del rio, entre unos árboles de frondosa vegetación tropical que engarzaban sus ramas unos con otros en un multitudinario abrazo, creando unos esbeltos túneles por los que tímidamente se filtraba el sol.
La temperatura era extraordinaria, ya que no hacía calor y además se notaba una leve humedad que refrescaba el ambiente. Podían oírse infinidad de sonidos que se mezclaban entre sí, debido a los cantos de las diversas aves de colorido plumaje y al rumor del rio deslizándose entre las piedras del mismo. La atmosfera se impregnaba de diferentes aromas como consecuencia de las distintas plantas y flores que poblaban el recorrido.
Tuvimos que cruzar varias veces el río a través de un tronco de árbol colocado a modo de puente, al que habían añadido una rústica barandilla con las ramas del mismo, lo que daba un toque exótico al paisaje..
Siguiendo nuestro camino, paramos en lo que llamaban una poza, que era ni mas ni menos que un estanque que albergaba, a su vez, una pequeña cascada cuyo caudal discurría a lo largo de las rocas que bordeaban el mismo.
En la orilla de dicho estanque había un pequeño mostrador y un señor vendiendo refrescos, que resultó ser el hermano de la gallega de la famosa Hacienda. Paramos a descansar y tomar una cerveza mientras conversábamos con el.
Nada más terminar nuestras bebidas y después de despedirnos del mencionado señor, continuamos viaje y enseguida nos encontramos ante la cascada.
Aunque tenía una altura considerable, sin embargo no era una cascada de gran caudal e impresionante, sino más bien al contrario, algo insignificante que no llamaba demasiado la atención… Pero me encantó la dulzura con que discurría a través de la roca, formando un fino encaje de espuma blanca en su descenso hasta el estanque y el aterciopelado murmullo del correr del agua mientras se deslizaba, lenta y plácidamente, por la pared de piedra de la montaña, como un homenaje a Cuba y a sus gentes, donde el tiempo se ralentiza y la mente se libera para poder disfrutar y sentir intensamente el mágico momento que estás viviendo.
Era el paisaje tan relajante y tan idílico que no pude resistirme a inmortalizarlo con la cámara de vídeo, algo que solo conseguí a medias, ya que el intrincado laberinto de sensaciones y emociones en que me sumergí, mientras absorta lo contemplaba, era imposible transmitirlo a través de una simple máquina.
©Aurora Tamayo
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